martes, 5 de enero de 2010

Todas las playas de todos los mares no alcanzarían a contener, en granos de arena, el número de veces que te pienso.
Todo el cemento de todas las construcciones de la Tierra, juntos, no alcanzarían a equiparar la dureza del camino que nos tocó recorrer, del uno hacia el otro.
Todas las tardes soleadas que guardo en la memoria palidecen en su brillo cuando vos brillás, mi Sol.
Es por eso que estás presente en cada minuto de mi vida, en cada momento divertido, y hasta cuando intento olvidarme de alguna pálida.
Te quiero.

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