domingo, 3 de febrero de 2013

las luces la deslucían, a aquella ignota Lucía que nació con otro nombre. Los partos se le escapaban, aunque pasara las tardes frente al café jugando rayuela. Las lunas se le escondían, fuera de noche o de día. Y su perro Buenasangre no cumlía la poesía. Las luces la deslucían, pobre de nuestra Lucía. Hasta que un día, advirtiendo un descuido del destino, montó su potro tobiano y se escapó a los caminos.

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