viernes, 8 de noviembre de 2013

SALDANDO CUENTAS

Transformar mis alas rotas
en diez pasos de ballet
no fue cosa de una tarde,
ni de un día, ni de diez.
Auscultar mis cicatrices
y escuchar bien sus latidos
me llevó más de un suspiro
y noventa mil deslices.
Estremecer a los mozos
de aquel bar de mala muerte
no fue cosa de la suerte;
yo era sapo de otro pozo.
Dibujar las melodías
que nunca pude cantar
era como echarse al mar
en barcos de fantasía.
Así y todo, amén de escépticos
y de brujas de ocasión,
de bufones por encargo
y risitas de salón,
salió bien la travesía,
transcurridos veinte años.
Los perjuicios y los daños...
cóbrenselos a mi tía.

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