martes, 4 de noviembre de 2008

Holaholaholahola!!!
Cuatro días sin pasar por aquí, y no lo había notado...
Intentaremos algo para subsanar la larga omisión: aver...

Cuando tu cara empieza a mirarme en tamaño casinatural, a una distancia de veinte centímetros, resulta cada vez más arduo tener presentes los compromisos contraídos, acordarse de rellenar cada formulario y pagar cada cuenta.
Pasa lo mismo con otras áreas de la vida, a saber: saludar al vecino (una no lo ve, porque aunque ahora no está frente a la compu sino en plena calle, tu cara sigue allí, mirándola a una; pero en realidad la que la mira es la cara del vecino, que no se parece a tu cara más de lo que un tucán se parece a una libélula).
Hasta sucede que una se cruza a la farmacia, y cuando llega allí mira al farmacéutico con cara de ida, y le dice lo que le pasa: no se acuerda para qué era que cruzó la calle. Entonces desanda el camino, por sugerencia del farmacéutico, claro, y cuando está a punto de entrar en la casa...recuerda (a todo esto, tu cara sigue allí, frente a los ojos de una). Vuelve corriendo a la farmacia (tu cara no se va), y le dice al farmacéutico, que ha sufrido una mutación repentina, y ahora la mira con tu cara: quiero una hebilla...no aguanto más el pelo...y parece que lo que no aguantara fuera las ganas de encajarle un beso, porque tiene tu cara, pero después recuerda dónde está, deduce que ése no debés de ser vos, a pesar de las apariencias, y se contiene. Para llegar sana y salva de vuelta a casa, donde la espera la compu, frente a la que se sienta, para volver a mirar tu cara, que la mira en tamaño casinatural.

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