viernes, 26 de agosto de 2011

La terraza inhóspita, como siempre.
Un par de gorriones removiendo ramitas en un rincón.
Un silencio de convento invadiéndolo todo.
De repente, una horda de chicos que va a tender la ropa, encargo de mamá.
Un calzoncillo al suelo. Un par de repasadores voladores.
Y más gorriones, y más gente, y más revuelo.
Hasta que todo vuelve a la normalidad.

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