viernes, 20 de febrero de 2009

crónica de una falsa alarma

Una mañana en que la tormenta parece enviar emisarios con naves negras a surcar el cielo. Las luces de la ciudad a media máquina, desde la luz del día hasta las pálidas luces artificiales que se van encendiendo tímidamente.
Vecinos y desconocidos corriendo ante la inminencia de un aguacero que sólo amenaza, pero no acontece.
Árboles temblorosos sacudiendo ramas como si fueran brazos desesperados pidiendo auxilio.
Azucena removiendo cielo y tierra dentro de la casa, más tierra que cielo, para ser precisa.
Armaggedon parece un cuento de chicos ante este clima apocalíptico.
Rugidos de autos que pasan a toda velocidad, seguramente llevando en su interior gente que trata de escapar del próximo desastre.
En fin. De a poco, vuelve a oírse algún pájaro cantar.
Los ritmos de la calle van enlenteciéndose, hasta casi volver a la normalidad.
El cantar de los pájaros se hace más intenso.
¿Me dirán, nuevamente, que el verano está acá?

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