martes, 8 de marzo de 2011

Entre la bruma de mi mente, que navega en las dudosas aguas del miedo, y la claridad de mi espíritu, que me señala el mismo norte brillante de Siempre, hay impasses, rodeos, coqueteos y desgana, hay rutinas, pasaaaaaaaados, horizontes con niebla.
Pero una estrella alerta me regala manzanas , y del manzano alegre que brilla allá a lo lejos, yo solo quiero el jugo de esa, la dorada, aunque todos me griten que su interior es viejo.
No hay edad que me importe si de sueños se trata. Rezuman mis cincuenta en el filo del verbo.
Y de la nada oculta tras botellas silentes, vacías y moradas como pies sin camino, se me impone la huella que dejó un caminante que sin estar estuvo, aún sin haber sido; en mí barco, en mí vela, en mi puerto cercano y en mi jardín la hierba.
Porque quiero que sea, porque cruzo los dedos y me guiña una nube, y entre nuestros dos códigos, que se aúnan en silencio pero en las multitudes se dispersan y callan, me harté de la muralla que separa sus dedos de mi piel ya cansada de la falta de besos.
Solo espero los suyos; los demás, ni consuelo. Mi amor por la manzana dorada que refulge me ha oblfgado a ficciones sin destino ni dueño. Pero ella ha estados siempre que la llamé, manzana, y ahora solo falta mi mordisco certero.

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