lunes, 21 de marzo de 2011

Luces verdes encendiéndose y tititlando en la cuna del caracol.
Una estela de grises que nunca volverá mancha la tela que quedó arrumbada en el desván. Por sobre ella, mil piececitos desnudos dejan la impronta de la pisada feliz, bailando la alegría por encima del canto amargo de la soledad.
Avenidas de rosas y jazmines iluminan el paso del pintor bohemio, que toma colores de las estrellas y las nubes y las mezcla con la savia de un roble plantado en medio de mi ciudad imaginaria.
Desde la plaza cercana, doce alelíes se sacuden al viento, y un insulto de pensamientos amarillos, rojos, azules y blancos sonríe a la aurora que ha tardado en venir.
Es primavera, y qué me importa que hoy empiece Aries y que estemos en el hemisferio sur y que debería ser otoño.
Es primavera, y por si no se diera por enterado el calendario, aquí están mis venas como testimonio: el bioquímico me hace la extracción, y ve horrorizado cómo fluye un líquido turquesa por la aguja que al fin acertó la vena. Es PRIMAVERA! , le grita mi cuerpo a la ciencia, que insiste en su escepticismo hasta que haya sumado al menos treinta repeticiones en pruebas testigo a voluntarios.

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