domingo, 21 de septiembre de 2008

nosotros, por Galeano

Aquí
necesito escribir una genialidad más de mi adorado Eduardo Galeano (no me falles, Eduardito: viví para siempre, escribí siempre...).
Porque me reflejó como en el más fiel de los espejos.
Porque ese espejo no está en un parque de diversiones, sino en la profundidad del alma de la gente que tiene alma.
Porque no deforma. Porque íntimamente nos conoce, mi dulce, dulce, dulce estalactita.
Tu estalagmita, siempre.

Acá va:

Las estalactitas cuelgan del techo. Las estalagmitas crecen desde el suelo.
Todas son frágiles cristales, nacidos de la transpiración de la roca, en lo hondo de las cavernas que el agua y el tiempo han excavado en las montañas.
Las estalactitas y las estalagmitas llevan miles de años buscándose en la oscuridad, gota tras gota, unas bajando, otras subiendo.
Algunas demoran un millón de años en tocarse.
Apuro, no tienen.

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