domingo, 28 de febrero de 2010

escuchando al Joaco

El elfante está ciego,
me lo ha batido Joaquín,
mientras yo mezclo los huevos
de esta tortilla de acero
que cocino para mí.
Y sigue Joaquín diciendo
algo raro: el hombre bala
se perdió por la ventana
al querer sobresalir.
Pero si sirven vinagre
en la cena de esta noche
lo dejo, y que le aproveche
a todo el que sea cobarde:
prefiero a mi pequeñín.
Que no miente cuando canta
ni dice verdades bobas
cuando jura lo que quiere
que jure, un juez trasnochado;
que sabe más de pecados
que de justicia divina.
¡Era hora de que diera
gusto genuino ser mina,
si es la del lápiz que empuña
el mago del trampolín,
a la hora de hacer versos
con papelitos que trae,
presos, en su botiquín,
de enfermero del planeta!.
Y hasta da orgullo ser tieta
de portentos ilegales
nacidas pa'ser artistas
mientras juegan a curar.
Así, vale asegurar
que quiero una vuelta más
de este gûisqui de los dioses,
que inauguré dando coces
a las estrellas lejanas.
Mostró la televisión
la sarta de obscenidades
que hacía yo, sentada sola,
y abrigada hasta los huesos,
al mirar televisión.
Visca el orfanato ingrato
que albergó mi adolescencia,
y visca la comparencia
de todos los animales.
Ustedes no se molesten,
pues no fueron invitados.
Espíen tranquilos, nomás,
que desde acá registramos
las caras de pelotudos
que ponen cuando se creen
que me tienen en sus manos...

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