viernes, 30 de abril de 2010

relato de un día cualquiera

Una tarde radiante en Casilda, con mucha paz y una charla tranquila. Algún viento lejano que sopla sin mover ni una hoja de parra.

Dalias, zinnias, y alguna otra flor que recuerdo en mi infancia temprana.
Un jardín repleto de plantas aromáticas y yuyitos p'al amor, o, lo que es lo mismo, esas cosas extrañas que algunos prefieren agregarle a los mates; yo no.
Una mina que vale kilates de cuanta piedra preciosa existiere: la mamá de mis soles, vibrantes, mis benditas sobrinas mayores.
Un corazón que a pesar de los mil puchos ni siquiera llega a la taquicardia.
La verdad de poder encontrarse andando sólo un poco más que una míseras cuadras.

No hay comentarios: