mientras llega la hora de ir al café
Me distraigo paseando por un verso que alguien dejó caer a mi derecha. La brecha en mi cerebro está batiendo que esos benditos versos son ajenos. Jamás, los invitados a mi fiesta, mecharían esas vulgaridades con el alma volando que bautiza los cielos con mil cantos malabares.
Otro verso a mi izquierda. ¿El remitente? Un gorrión que pasó a la madrugada. Y su vuelo bajito me desmiente que busque latitud inesperada.
Leo el verso: me sopla que un poeta, lejano, extranjero, enfant terrible mimetizado en gran señor para las masas, acumula en su casa figuritas de fotos que los mails dejan al paso. Que le gusta la variedad por vicio, que es galante, cambiante, hasta travieso. No importa sin con barriga o piel y huesos: siempre guarda conquistas por delante.
"Menazame", señor de las mil caras. Atrevete a hacerme una más de la lista. Yo me guardo tres ases en las mangas. Los tres tienen mi firma.
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