miércoles, 7 de noviembre de 2007

puro cuento

Acabo de escuchar a María Fiorentino, en Canal á (qué canal!!!!!!!!) contando un cuento de no sé qué autor extranjero, porque nunca antes había oído su nombre...Se llama La Cebra Cuentista.
La maravilla y el misterio que encierran los cuentos, pequeñas obras de arte en unas pocas líneas, o en un par de carillas, siempre me ha fascinado. Allá por mi infancia escribía largas redacciones; allá por mi adolescencia, escribía más poemas que caulquier otra cosa. Allá por el tiempo en que quemé las naves y tiré la carrera de médica, con todo lo que implicaba, al tacho de la basura, escribía cuentos, y cuentos, y cuentos.
Sólo cuentos.
Los leía por la radio, una vez cada quince días.
Creo que, desde entonces, todo lo que he hecho hasta aquí ha sido pedir (a veces a gritos) que me cuenten cuentos. O que me den material para escribir los míos.
Mi vida se parece mucho a una ficción que se parece a una serie de anécdotas que por momentos se asemeja a una novela que acaba siempre siendo un voluminoso libro de cuentos.
Dicen que a todos nos hace muy bien rescatar a nuestro "niño interior". Pues bien: hay chicos cuyo niño juega a la pelota, o a las escondidas, o al turismo aventura. Mi niña interior, en cambio, lee cuentos; lee cuentos en los cumpleaños, cuando se aburre de la estupidez del baile de la escoba. Lee cuentos durante la siesta, a escondidas, con la habitación a oscuras, dejando crecer a pasos agigantados la miopía incipiente. Lee cuentos, e inventa cuentos.
Muchos dicen que soy, sobre todo, poeta. Yo creo que mi naturaleza más esencial es la de un cuento que me cuento hora tras hora, todos los días, para no sucumbir al virus del aburrimiento.

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