lunes, 30 de noviembre de 2009

adivinen a quién...

Viniste de escalar el universo,
montaste en bicicleta hasta la Luna,
les hiciste el verso a las estrellas,
te escapaste del canto de sirenas.
Con pena abandonaste las montañas,
con gana te zambulliste en los mares.
Trepaste en silencio las edades,
cantaste sin descanso al nuevo día.
Un día te escapaste de mil cárceles,
la noche te agujereó cada razón.
Engañaste a la prensa sin empacho,
abajo del escenario estaba Dios.
Jugaste a las monedas sin los chinos;
emparentaste al rico y al esclavo.
Vestiste de mamarracho a los solemnes,
jugaste a rescatar cada quimera.
Mataste el aburrido aburrimiento
a fuerza de poesía de la buena.
Hoy te busco, y no estás. ¿Dónde se queda
tanta buena manera de encantarme?
El encanto se queda, aunque estés lejos,
escondido en cada mancha del espejo.
El encanto te llama, y yo no dejo
de pensarte con arte en cada pausa.

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