miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿te digo?


Flotan con aire de misterio las ondas que van de tu cuerpo al mío, intuyendo un camino compartido y sellando las razones de la ofrenda.

Sube del suelo al cielo un aleluya que se mezcla con sones de otras marchas, con tambores de risa y vientos de gloria, con cuerdas no tan cuerdas y con pianos.
Se asemejan al arcano que juntara hace ya veinte años tu voz con mi oído, desvelando los brazos de Cupido y confesando saltos.
Tanto da que sea mío o que sea tuyo el orgullo que nos mantiene lejos; bien sabemos los dos, que, aunque más viejos, cerca es la palabra verdadera.
Si no cuadra, o no llega por entero, es que hay vicio en el aire que transmite tu voz rotunda y nueva cada día, a mi oído tan virgen de caricias.
Por decirte que no, por estudiarte, como si no lo hubiera ya aprendido, con tan sólo mirarte, y hace tanto, por decirte que no, el orgullo mío se deshace de insensatez y frío.
Si no quiero quererte, da lo mismo; porque te quiero igual, aunque no quiera. Y aun cuando quisiera otro destino, mi camino termina en esas huellas.

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