Uno suele emprender un viaje pensando en la meta. La llegada es lo único que, en apariencia, motiva el reto.
Sin embargo, tras mucho trajinar, y empezar de nuevo mil y una veces, uno va descubriendo que, aunque la meta se desplace como el horizonte, y esté siempre un pasito más allá de lo que alcanzan nuestros pies, sigue valiendo la pena.
Muchas veces mi vida ha dado un giro considerable; muchas veces, lo que era ell trazado original del trayecto ha atravesado un cambio de derrotero.
Y cada vez con más ímpetu, en cada ocasión con más expectativas, a cada paso con más esperanza, pongo mi pie en contacto con el nuevo sendero y...le doy para adelante!
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