viernes, 10 de agosto de 2007

de Internet y bufandas azules

Tenía los dedos mochos de tanto teclear la computadora.
Cada vez que se encontraba con él online, el tiempo se suspendía.
Se habían visto una sola vez, en la ciudad de él, donde también vivía la tía de ella, que por esos días pasaba allí sus vacaciones.
Después, empezaron las comunicaciones vía chat, y más tarde, aquel apasionante juego mundial, en el que él iba por el nivel doscientos dieciséis cuando ella empezó.
Así, entre consejos de él para ayudarla a subir de nivel en el juego, y enojos de ella por alguna indiscreción de él (que hacía demasiadas preguntas sobre la vida de ella), transcurrieron seis meses, en los que los contactos eran diarios , cuando ella visitaba a su tía, y esporádicos cuando tenía que resignarse a las posibilidades del ciber, en su ciudad natal.
Él le había hablado de un grupo de rock alemán del que ella se hizo fanática.
En los meses siguientes este grupo venía a la Argentina, y los dos no dudaron en que irían a verlo.
Después de un accidentado viaje a Buenos Aires, torcedura de tobillo de por medio, ella se dirigió al teatro.
Terminada la función, lo buscó desesperadamente entre la gente que salía, pero no hubo caso: no logró verlo.
Entonces, cuando salía descorazonada de allí y se dirigía al hotel, se dio cuenta de que se había olvidado la bufanda en el teatro. Desanduvo sus pasos, corriendo, de miedo a que lo cerraran.
Al llegar a la puerta, que de a poco se iba vaciando, atónita, se encontró con alguien que se sacaba una bufanda azul y verde del cuello, y se la tendía: "Yo también te vi en el intervalo, vi cómo estabas vestida, pero como tenía un palco, y era más complicado salir de allí, sólo atiné a pasear mi mirada por entre la gente que salía, y allí te vi, sin la bufanda que tenías sobre la falda en la cuarta fila. Aquí está".
Así empezaba una historia real, porque las historias cibernéticas son muy lindas, pero...todo tiene su límite.

No hay comentarios: