jueves, 22 de mayo de 2008

un poema

Esconderme en la bruma, y escaparme
del juicio de los sátrapas de siempre.
Colgarme en la cornisa , y amagarles
una espectacular destitución de nombre.
Acudir a la cita no citada,
con algo escrito, siempre, bajo el brazo.
Habilitar la cuenta del ocaso
y acreditarle muchas mariposas.
Engañar al pasado, resolviendo
el enigma sin par de aquella esfinge
(sí, ya sé, lo hizo Edipo, pero ésta
es una esfinge de mi "propia propiedad").
Jugar a rematar el horizonte
con el tiro de gracia de una duda;
¿acaba aquí? ¿se prolonga? ¿se muda?,
y escalar, como una cabra, el monte.
Susurrar mis poesías a la nada,
que, aunque todo fuera, sería sorda:
escudriñar los talles del espejo
que disimularán la facha gorda.
Reírse en tailandés, como los duendes.
Rajar de una carcajada a los ladrones.
Espiar la agonía de las sierpes.
Cantar al mediodía nuevos dones.
Y reírse, y jugar, y ser, y serse
aquella travesura que no hicimos.
Burlarse a boca suelta de la muerte.
Y sucumbir bajo un alud de mimos.

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