jueves, 3 de enero de 2008

Bienaventuranza

Quiero decirte nada, pero lo digo todo.
Centauro de los montes, caballito del sol.
Quiero esconderme, apenas, en tus manos maestras,
y dejar que la orquesta nos toque un rock and roll.
Quiero subir despacio la cuesta de las ganas,
y entonar una nana para que duermas vos.
Mientras canto canciones de los labios adentro;
se sabe ya, no entono, ni afino, ni aledaños.
El rumor que los años nos fueron deparando
crece en mi oído, y siembra una lluvia de cantos.
La verdad de tu risa, esa ignota viajera
que derrumba quimeras y concreta utopías,
me cuenta que no es frío que bese los espejos,
el grabador, la radio, la tele, lo que sea;
porque vos y tu modo de comprenderlo todo
abarcan mi locura con magistral paciencia,
y recibo la herencia de tu vista ciclópea,
dejando, gota a gota, caer lágrimas honestas.
Para filtrarnos siempre el amor, por encima
de los pozos oscuros y la Ciudad de Oz.
Porque te quiero a ti, y no hay remedio,
elevo esta cantata de un sano corazón.

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