miércoles, 30 de enero de 2008

un poema

No encontrarás la mar,
ni las gaviotas,
ni el ángel ciego
que se burló del trueno.
No encontrarás el sol
clasificado,
ni los montes
con puertas,
ni aquella estrella esclava
que tanto sonreía
ante tu excusa
para nunca jugarte,
ni en esquelas.
No encontrarás mis ojos
suplicantes,
ni mi mano vacía,
ni mi dolor
sin sombra.
Tan sólo una repisa
de recuerdos,
dulces como la muerte
cuando alivia.
Apenas un jirón de desacuerdos
acaso tan graciosos
como el día.
No encontrarás la mar
cuando me busques,
porque una vez nací
en el Atlántico,
y la marea ahora
está en mis venas,
yendo y viniendo,
desde vos al vuelo,
desde vos al trino,
desde vos al cauce
que inunda mi río.

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