domingo, 8 de abril de 2007

pintura

El otoño planta flores en los lugares más insólitos.
Un dejo de nostalgia se adueña de los balcones.
La soledad de los domingos se encarniza con los viejos, con los abandonados, con los sin hogar, y un olor a nada intensa recubre los pasadizos por los que se perdieron los perdidos.
El sol que raja la tierra se prodiga en tecnicolor, y las mariposas, resabios del verano, revolotean a piaccere sobre un fondo azul de cielo sin nubes.
Unos chicos en su penúltimo día de descanso juegan con piedritas en el medio de la calle, desierta, a la hora de la siesta.
Una gaviota sin mar sobrevuela el paisaje sin emitir ni un sonido, y las tardes que se asoman al horizonte huelen a intimidad.

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