lunes, 12 de marzo de 2007

ella

Ella empezó a notar que las figuras de la televisión y de la radio leían sus pensamientos. O, al menos, contestaban exactamente a las preguntas que ella se formulaba mentalmente.
Cuando quiso compartir su experiencia con otros, se armó un menudo escándalo: todos pensaban que estaba loca.
Fue así como, poco a poco, aprendió a silenciar todo ese caudal enorme de experiencias que en su interior gritaban por ser oídas.
Se fue acostumbrando a observar en silencio cómo, mientras su mente divagaba entre dos hombres, o, de repente , se “decidía” por uno de ellos, el locutor de la radio, precisamente en ese instante, decía: “Y…los goleadores…hay que respetar a los grandes goleadores…Lo más probable es que, una vez más, hagan el gol…”
Muchas cosas por el estilo escuchaba su mente “febril”, en la más absoluta tranquilidad.

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