ella
Ella empezó a notar que las figuras de la televisión y de la radio leían sus pensamientos. O, al menos, contestaban exactamente a las preguntas que ella se formulaba mentalmente.
Cuando quiso compartir su experiencia con otros, se armó un menudo escándalo: todos pensaban que estaba loca.
Fue así como, poco a poco, aprendió a silenciar todo ese caudal enorme de experiencias que en su interior gritaban por ser oídas.
Se fue acostumbrando a observar en silencio cómo, mientras su mente divagaba entre dos hombres, o, de repente , se “decidía” por uno de ellos, el locutor de la radio, precisamente en ese instante, decía: “Y…los goleadores…hay que respetar a los grandes goleadores…Lo más probable es que, una vez más, hagan el gol…”
Muchas cosas por el estilo escuchaba su mente “febril”, en la más absoluta tranquilidad.
lunes, 12 de marzo de 2007
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